En un contexto de crisis climática, pérdida de biodiversidad y creciente desigualdad, el desarrollo sostenible ya no puede ser un concepto abstracto ni una aspiración a largo plazo. Necesitamos estrategias concretas, integradoras y territorializadas que impulsen transformaciones reales. Una de las vías más poderosas y aún poco exploradas es poner el capital natural en el centro de la estrategia de desarrollo.
Esto implica redefinir los paisajes productivos: no solo como entornos donde se extraen recursos, sino como sistemas vivos que deben regenerarse, cuidar sus funciones ecosistémicas y sostener la vida en todas sus formas. Los suelos, el agua, la biodiversidad y el paisaje son activos esenciales de nuestras economías. Sin ellos, no hay producción, ni salud, ni bienestar.
En Nactiva creemos que el verdadero cambio nace cuando conectamos la recuperación del capital natural con infraestructuras sostenibles, cadenas de valor locales y servicios ecosistémicos que generan empleo digno, arraigo territorial y resiliencia climática. Hablamos de restaurar humedales y al mismo tiempo diseñar drenajes naturales que eviten inundaciones y recarguen acuíferos. De construir caminos rurales que favorezcan la conectividad ecológica y mejoren el acceso a mercados para pequeños productores. De articular cadenas de valor agroecológicas o forestales que mantengan la fertilidad del suelo y reduzcan las emisiones. De activar servicios de custodia, ecoturismo o agrodiversidad que valoricen el patrimonio biocultural del territorio.
La clave está en mirar el paisaje como una unidad funcional, donde las soluciones técnicas, sociales y económicas se integran desde la lógica de los límites planetarios. Esto exige cambiar el enfoque: pasar del “crecer y luego compensar” al “regenerar para sostener”. Ya no se trata de minimizar impactos, sino de maximizar impactos positivos sobre los ecosistemas y las personas.
Además, esta visión no es solo una apuesta ambiental: es profundamente económica. Restaurar paisajes y gestionar infraestructuras verdes no es un coste, sino una inversión. La regeneración del capital natural reduce riesgos (inundaciones, sequías, incendios), mejora la calidad del aire y del agua, baja los costes sanitarios y fortalece sectores como el agroalimentario, la bioeconomía o el turismo sostenible. Aporta empleo, identidad y sentido de pertenencia a comunidades que necesitan reconstruir su futuro desde sus propios recursos.
La transición ecológica no se logrará solo con tecnologías limpias o eficiencia energética. Necesitamos también una transición territorial, que reconecte la economía con la tierra, las personas con su paisaje, y la innovación con los saberes locales. En este camino, cada cuenca, cada valle y cada paisaje puede convertirse en un laboratorio vivo de regeneración. Pero para ello, es necesario activar alianzas público-privadas, diseñar instrumentos financieros adaptados y generar capacidades técnicas para escalar este enfoque.
En definitiva, regenerar los paisajes no es un lujo. Es una estrategia sistémica para vivir bien, dentro de los límites del planeta. Y ese, quizá, sea el único desarrollo verdaderamente sostenible.
✍️ Artículo firmado por Cristina Lafuente, experta en paisajes de Nactiva.